Tocar con nuestras manos a aquellos que Jesús quiere tocar y caminar hacia aquellos con los cuales Jesús quiere tener un encuentro divino debe ser nuestra pasión. Somos sus manos y sus pies, esos siervos a los cuales Jesús les dijo que harían mayores cosas que Él (Jn. 14.12-17).
Durante sus 3 años de ministerio Jesús fue movido, (sus pies caminaron) por el Espíritu Santo, en amor, gracia y misericordia hacia encuentros divinos con las personas. Jesús no iba tocando a miles, no levantaba su manto y se sanaban multitudes a su paso; Jesús tomaba tiempo para conocer a las personas y así obrar un milagro.
Una de esas historias ocurre en el estanque de Betesda (Jn. 5.1-18), que curiosamente el significado de su nombre en el hebreo es casa de misericordia o casa de gracia. En ese lugar, uno entre cientos de enfermos, fue encontrado por la gracia. Los pies de Jesús se dirigieron hacia él para ser tocado por sus manos y cambiar su vida para siempre.
En este mes, seamos como las manos y los pies de Jesús para tener encuentros divinos y personales, guiados por el Espíritu Santo.