Como discípulos de Cristo, somos llamados a tomar nuestro lugar en el muro para interceder por la iglesia y por las naciones. Como vigías sobre el muro, somos convocados para ser instrumentos de sanidad y unidad para todo su cuerpo.
Los intercesores no representamos ninguna bandera, denominación o movimiento, y junto al Apóstol Pablo afirmamos que “... nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1Cor. 3.11).
Bajo la guía del Espíritu Santo, durante este mes, meditaremos en la Palabra para recibir discernimiento, sabiduría y estrategia, con la intención de orar e interceder efectivamente por la unidad del cuerpo de Cristo.
Recibiremos la invitación para levantar un clamor por reconciliación y restauración entre líderes, ministerios, denominaciones y movimientos.
Que en la meditación de cada día, nuestro corazón se apasione con lo que grita el corazón de Jesús: que seamos uno como Él y el Padre son uno, y así su Reino sea edificado en unidad y paz; creciendo juntos en santidad y temor de Dios.