«La autoestima consistente es fruto de la restauración de la relación con Dios y con uno mismo, y como consecuencia las relaciones con los demás también son restauradas. Es en este ámbito que somos desafiados a amar al prójimo. El propósito de Dios se cumple plenamente en nuestras vidas cuando amamos a Dios y amamos al prójimo como a nosotros mismos».